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jueves, 29 de septiembre de 2011

Crónicas Galas 1: La dama del Tul


Retrato de Mademoiselle Carlier. Pastel sobre papel. Lucien Lévy-Dhurmer (1910) Musée d'Orsay

                Me gustan los museos, lo reconozco. Me gustan especialmente los pequeños, los que tienen una o dos obras sublimes, de esas que te dejan la mente en blanco por un instante. Como las pastelerías de La place de la Madeleine en París, con un escaparate enorme que enmarca un diminuto dulce, y nada más.
El “musée d’Orsay”, una antigua estación a orillas del Sena, está a medio camino entre los gigantescos depósitos de arte como el Louvre, y un museo de provincias. El gusto en la restauración de esta arquitectura industrial, ha permitido que la luz ilumine el centro de la gran nave, donde antaño estuvieron los andenes, y los viajeros de principio de siglo se abrazaban y recibían a sus seres queridos. Pues bien, en un rincón en penumbra, debido a la extrema delicadeza de la pintura al pastel, me encontré con Mademoiselle Carlier. Ella, vestida de blanco pálido, llevaba en ese lugar desde 1986, y yo acababa de llegar, pero no pudimos dejar de mirarnos por un largo rato. Estábamos alejados de otros viajeros como Van Gogh, Degas y Renoir, y de la muchedumbre que se arremolinaba a saludarlos. Entre ese silencio, nos enamoramos…
Me temo que no me será fiel, y que esperará sorprender a otros con el brillo de sus ojos, pero así ha de ser. Por eso si vuestro tren os lleva al Musée d’Orsay, no dejéis de saludarla, no os arrepentiréis.
(Nota: La técnica del pastel era utilizada por muchos pintores sin recursos a principio del siglo XX, por el reducido coste de los materiales, rapidez en la elaboración y la facilidad de venta. Su extrema delicadeza aumenta la belleza de estos etéreos retratos.)  


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