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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Neptuno en Navidad


Fuente de Neptuno (Madrid)

     Cuentan las crónicas, que en el Madrid de finales de 1936, se comenzaban a sentir con fuerza el hambre y las penurias de la guerra. El racionamiento y la falta de algunos alimentos esenciales había aplacado ya la efervescencia del principio de la contienda, y se atisbaba el horizonte oscuro de un conflicto largo.

       El general Miaja y los políticos de la república intentaban a toda costa mantener la moral del pueblo madrileño, a pesar del racionamiento y las noticias del frente, pero cada vez resultaba más difícil maquillar la realidad.

       Así estaban las cosas, cuando una mañana de diciembre en la plaza Cánovas del Castillo, la fuente de Neptuno apareció coronada por un cartel con un sugerente texto:

          "Miaja, o me das de comer o me quitas el tenedor"

       El revuelo fue mayúsculo, y aunque el gobierno abrió una investigación para castigar al culpable de atentar contra la moral de la república, nunca se encontró al autor. El hecho se olvidó, y pasó a engrosar el anecdotario de la famosa fuente madrileña.

       Esta pequeña historia, amén de poner una vez mas de manifiesto el humor cínico y socarrón, con el que que los españoles afrontamos a veces los momentos complicados, no deja de tener su aquel, si meditamos sobre ella en Navidad. 

       Las opiniones sobre esta festividad son bipolares, a veces maniqueas, con filias y fobias cada vez más acusadas. Sin embargo, parece claro que la presión por que consumamos, compremos, y no dejemos ni un minuto de llevarnos algo a la boca, es tan intensa que incluso es un deber patrio romper el cerdito, y gastar los ahorros para que el país se recupere.

       Pero, ¿que pasa con los que no tienen cerdito al que sacrificar? Hablo tanto de España, como fuera de ella. Estamos bañados todos en el mismo aire, o más bien por las mismas hondas hercianas que llevan la televisión hasta último rincón del globo. Cuando viajo por Marruecos siempre me llama la atención las miles de parabólicas que salpican los tejados. Puede que algunas casas carezcan de agua potable, pero es difícil encontrar una sin televisión.




       Parece por lo tanto complicado escapar a las imágenes reiterativas y hasta cansinas, de lucecitas, arbolitos, y escaparates deslumbrantes, que ponen los dientes largos a todo el que no pueda participar de "esa" Navidad.

       No quiero decir, que emulemos al gobernador de Santander, que en el mismo diciembre del 36 en el que se coronaba el Dios romano en Madrid, prohibió celebrar la Navidad, por no ser celebración republicana, ni dar facilidades al enemigo. Simplemente que en la moderación está el tino, y casi nunca los excesos trajeron nada bueno.

       Parafraseando a aquel anónimo hambriento de la guerra civil, me permito sugerir:

      "...o celebramos de verdad la navidad, o dejamos de tocar las narices con las luces..."


Feliz Navidad...

domingo, 26 de octubre de 2014

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Redacción del Chivato 1982. Colegio Mayor Zaragoza


     Dice el famoso tango: "...es un soplo la vida y veinte años son nada". Esto claro está, debe ser cierto en Argentina. Todos sabemos, como son por aquellos lares, como consecuencia de estar todo el rato boca abajo en el globo terráqueo. Sin embargo, cuatro lustros en la vida de una persona, es tiempo suficiente para tornar el animo, variar pensamientos, y en definitiva... mudar la color.

       Este verano no se han cumplido 20, sino 32 años desde que un grupo de chavales y amigos abandonase el colegio de su niñez. La mirada, aunque errante en las sombras, nos deja todavía ver aquella redacción de periódico escolar, donde coincidimos, hablamos de sentimientos, y escribimos sobre el mundo en el que nos gustaría vivir.

       En julio, las luces han marcado nuestro retorno. Hemos vuelto. Algunos regresamos con la frente más marchita que otros, y todos retornamos despreocupados por el plateado de las sienes; muchos no tienen nada con que cubrir la testa, y otros confiamos en la tecnología para retrasar lo inevitable. La alopecia y industria cosmética han cambiado el tango de la vida para siempre.

       Nos volvimos a reunir con alegría, sintiendo el soplo del presente, y llenos de gratos recuerdos. No todos hemos abandonado el colegio para siempre, algunos dirigen hoy los mismos pasillos por los que anduvieron hace años, por lo que abusando de su buena fe, nos portamos como gamberros con la certeza de que el director no avisaría a nuestros padres.

      Fue inevitable visitar los lugares conocidos, detener la mirada sobre las viejas paredes, y sobre todo, reírnos juntos. Reír con el alma aferrada al dulce recuerdo. Un teléfono aquí, unas escaleras allá, y el bucle vital se cierra una vez más.




       El viajero tarde o temprano detiene su andar sobre la misma huella que pisó años atrás. Es verdad que el paisaje ha cambiado, los árboles son mayores, ofrecen más sombra, y les han brotado nuevos retoños, pero me alegra ver que todos ellos mantienen la misma frescura del pasado.

       ¡Gracias Gardel! por el tango. Sin embargo, nos queda más cerca "la movida", y hemos decidido enfrentarnos a la vida, sin miedo a lo que nos espera de hoy en adelante.

       Sabina cantaba algo así como: "...juraron comerse la vida, y fue la vida y se los merendó". Me ha alegrado saber, que aunque el destino nos ha pegado algún que otro bocado, seguimos teniendo tanta hambre como en aquella redacción de "El Chivato", de principios de los 80. Carpe diem...       


     




sábado, 18 de enero de 2014

Twiter y la filosofía de azucarillo.

     


       
       Hace unos meses acudí a una conferencia en Málaga. El tema, da lo mismo. El método del discurso, un ilusionismo verbal donde lo obvio se aderezaba hasta hacerlo novedoso. El orador, bastante famoso, e imagino que caro, agradó tanto a la concurrencia, que a la salida del auditorio todo eran parabienes y recordatorios de los momentos más brillantes del evento.

       En mi caso, el camino de regreso en coche, me permitió digerir lo escuchado e intentar encontrar la sustancia de la charla. Cuando ya en casa, apagué el contacto del automóvil, la conclusión era definitiva: un fiasco.
       No encontré ni una sola idea nueva que mereciese la pena. Nada que no se nos ocurriese en una charla animada con amigos, o tomando el café matutino: pura filosofía de azucarillo.

     -  "Sigue el camino adecuado y serás feliz". Mi amigo Carlos diría: "Dabuten, pero tienes alguna pistilla sobre el sendero"
     -  "Trata de ser tú mismo, los demás ya están ocupados". Y que crees que hago todos los días cuando voy a la fábrica, ¿parecerme al churrero?

      Qué maravilloso es el don de la buena oratoria. Hábilmente utilizada, lo evidente reverdece en novedoso y lo monótono en variado. Este tipo de cosas no tendría la más mínima importancia, si no fuera porque los momentos que vivimos, hacen que nuestra comunicación sea cada vez más concisa y parca. Somos adictos a la idea-pildora.
       La humanidad esperaba grandes avances de éste, nuestro siglo XXI, y que hemos obtenido: Fa-Ce- Book y decirlo todo con los 140 caracteres del twiter.
       Me comenta mi hija, para mi sorpresa, que existen profesionales de la frase brillante y el plagio descarado, que causan furor en las redes sociales. Miles de seguidores esperan el zumbido del móvil que les avise de la siguiente parida del gurú.


       Leer un libro de citas es divertido cinco minutos, luego es un tedio insoportable. Leer un ensayo inteligente, es atractivo el resto de tu vida.
      Científicos franceses han demostrado que el azúcar tiene una capacidad adictiva para muchas personas, semejante a los opiáceos. De igual modo, la filosofía de azucarillo puede ser letal, solo reporta beneficios a los Paulo Coelhos de turno.

       Para los que parafraseando a Arquímedes comentan: "dame una palabra y moveré el mundo", no puedo por menos que responderles: dame una acción y te creeré.