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domingo, 26 de febrero de 2012

Gestión de incompetentes


       La semana pasada acudí a una conferencia, de esas que la fundación del Instituto San Telmo, prepara para que a los ex alumnos no se nos atrofie definitivamente el cerebro.

      Tras el sugerente "DE" que encierra el título "gestión DE incompetentes", se esconde la trampa, el acertijo de adivinar quién realmente ejerce la incompetencia en la mayoría de las ocasiones: ¿el trabajador anodino, que no cumple los objetivos que de él se esperan?, o ¿el directivo que no utiliza y gestiona adecuadamente las capacidades de su equipo?.


       Sea como fuere, no sé que palabra aplicar al autor del embargo al colegio Santa Illa de Madrid la pasada semana. Desmontar las pizarras, levantar a los niños de los pupitres y quitarles a los profesores la tiza mientras explicaban la regla de Rufini, por muy mal que le cayera el tal Rufini, eso no se hace.


       Sólo recordar a ese gran gestor, una regla de oro que pregonaba el difunto "yessi", asiduo a los bares de mi pueblo, cuando le apremiaban: "Compañero, hay más días que botellines de  cerveza". Ante tanta sabiduría y elocuencia, no tengo más que añadir que no se deberían embargar colegios jamás, pero que en todo caso, para eso están las vacaciones INCOMPETENTE. 





sábado, 18 de febrero de 2012

Perona, mon amour



     
       En los años 80 el INRA (institut scientifique de recherche agronomique de Francia), obtuvo una variedad nueva de judía verde. Este nuevo cultivar tenía menor tamaño, una vaina más fina, y sobre todo un gran sabor con suave textura, que mantenía tras la cocción.
       Curiosamente, este producto se convirtió en la referencia de calidad de la judía, no en las casas de nuestros vecinos franceses, sino en las zonas hispanas que más la aprecian, donde se la trata como auténtica exquisitez.
       Hace años no era raro, encontrarla a 6 u 8 euros el kilo en los mercados catalanes durante los meses de invierno. Aún hoy tiene incondicionales, sobre todo, en el mundo de la restauración. Sin embargo, los momentos difíciles que vivimos pueden acabar para siempre con este producto selecto.






       Hace unos días encontré por casualidad, un estudio universitario para hacer conservas de judía perona. Entre fotos meticulosas de microscopio electrónico, llenas de parénquimas y paredes celulares, encontré todo un cóctel de aditivos, acidulantes, blanqueantes y otros "antes" que conseguían el prodigio de reverdecer el amarillo y abrillantar lo opaco.
       Encapsular de esa manera una exquisitez, es como poner a un pura sangre a tirar de un carro: tirar tira... pero como tira. Existen cientos de opciones con mejor resultado y más económicas.
       Cada universidad puede tirar el dinero como quiera, pero recomiendo al director del estudio, acercarse a un buen supermercado, o a la Boquería si le pilla cerca, y con un poco de agua y un toque de sal, puede darse de narices con una magnífica experiencia culinaria, franca de sabor.


Cuidado amigos, que algunos botes los carga el diablo...