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miércoles, 30 de mayo de 2012

Cuento o mentira



       Hace ocho años en un reino no tan lejano, unos jefecillos, hartos de que el populacho se quejase de los enormes atascos provocados por los carruajes sin caballos, decidieron ponerse manos a la obra. La solución para esa carreterita sin importancia, la N340, era sencilla y sobre todo barata: desdoblar un pequeño tramo de calzada.


       La opción de completar el último trozo sin autovía en todo el Mediterráneo, era complacer demasiado a la plebe. Los operarios del lugar, colocaron unas líneas amarillas, declararon el tramo en "obras", y comenzó todo...


       El tiempo pasó, y pasó...y pasó. Los diligentes operarios de mantenimiento no reparaban el tramo porque estaba "en obras", y no empezaban la empresa prevista, porque no había dinero. Paradojas de la vida.


       Hoy he visto a uno de estos magníficos operarios, esparcir en el arcén de la parte "fetén" de la N340, una carretilla de asfalto; seguramente porque no sabía que hacer con ella tras un pequeño arreglo. A SÓLO 10 METROS del vertido, en la parte "en construcción" de la carretera, un SOCAVÓN digno del estudio de un espeleólogo, pedía a gritos una mínima palada de grava bituminosa sin encontrar respuesta alguna. ¿Hay alguna forma de entender esto?


    Olvidémonos de las miles de lunas rotas, o el destrozo causado en los automóviles que a diario recorren estos kilómetros, pero señores como diría Gila: "¡QUE ALGUIEN SE VA A MATAR!".


 ¿Es necesaria la muerte de un motorista despistado, o un accidente colosal entre coches que intentan esquivar los descosidos del asfalto, para que se haga algo?.


        Ese reino no tan lejano se está cayendo a pedazos, la pena es que me duele, y que se llama España.




       El tramo recogido en este vídeo es la parte "decente" del tramo, el pasajero del autobús tardó tiempo en grabar, probablemente agarrado a algo tras el susto de los primeros agujeros"




       (Pido perdón a todos porque mi indignación ha hecho romper una regla de oro: no aburrir a mis amigos con las rabietas que de vez en cuando me atacan. Esta regla, como todo últimamente en mi país, parece ser que también es mentira.)





martes, 8 de mayo de 2012

Cronicas Galas 3

       La semana pasada tuve la suerte de volver a París. La ciudad estaba revuelta, confusa; como lo está Francia, como lo está Europa.

       El ahora presidente Hollande, arengaba a sus fieles en la plaza de la Bastilla a derribar de nuevo, no se bien que muros. Esa misma plaza libertaria, la noche anterior acogía a familias de indigentes apostados en plena acera, pertrechados con los mejores colchones del vertedero. Seguro que no se librarán de los cascotes del derribo.

       Mientras tanto, el depuesto Sarkozy, llenaba los Campos Elíseos de banderas tricolores que apelaban a la grandeza gala, y hacían más fácil su coqueteo con la ultraderecha. Vive la France!!!
Demasiado, para mi débil corazón.

       Por eso, sin más, aprovechando un descanso en mis obligaciones, atravesé la pirámide del señor Ming Pei, y me sumergí de lleno en el museo de El Louvre.

       Diez euritos del ala, más cinco por la audioguía, y ya estoy en faena. Pero no. Demasiado fácil.
       Una amable señorita me entrega una Nintendo no sé qué, más propia para jugar al super Mario que para encontrar Las bodas de caná de Veronés. Tres dimensiones nada menos, menos funcionar bien, lo demás...una maravilla de la técnica.
       Bueno, volvamos al planito, y las ideas claras; y para claro el color nacarado de las mejillas de Jane Grey en el cuadro de Delaroche. Pintor de tercera según algunos, que llegó tarde a cualquier moda, hasta la de su tiempo, según otros. 


La ejecución de Jane Grey. Paul Delaroche (1883). National Gallery.

       Sin embargo, muchos de sus retratos van más allá del romanticismo y las escena historicistas, que tanto se alejan del gusto actual. El cuadro ser creyó perdido en unas inundaciones ocurridas en Londres en 1929, pero tras una magnífica restauración ha vuelto en todo su esplendor. 
       El Louvre colocó a este invitado, (pertenece a la National Gallery), en una sala en penumbra rodeado y admirado, por otros de los retratos del autor. Bien por ellos.


       Tras un paseo por la impresionante colección italiana, me topo con otra joya: 


El astrónomo. Johannes Vermeer (1668). Museo de El Louvre.

       No se si el maestro Vermeer utilizaba cámara oscura para dibujar sus cuadros, pero la sutileza y perfección de la pincelada es maravillosa. Lo único bueno que tienen estos grandes museos, es que con suerte, puedes llegar a encontrarte sólo en una pequeña sala, admirando el Astrónomo.


       Existen numerosos proyectos para fotografiar meticulosamente las mejores obras de los museos del mundo. Puedes colarte por una grieta en el ropaje de una Menina, o medir el grueso de la pincelada del Guernica; pero observar el arte en vivo, palpar la pátina del lienzo, es la única forma de ver, de descubrir la magia de la obra...por muchos 3D, estereofónicos, wifi-pelacables que nos inventemos.