Desde el Neolítico, el hombre ha recolectado y domesticado todo tipo de plantas y animales, para que le sirviesen de sustento. Éste proceso se ha fraguado a lo largo y ancho de todo el planeta, donde el maíz que los zapotecas cultivaban en uno de los valles de Oaxaca, era distinto al que se plantaba en el valle vecino. Esta biodiversidad, ha sido una fuente inapreciable para la mejora genética, y un patrimonio humano que permitía superar adversidades, como nuevas enfermedades o parásitos desconocidos.
Desgraciadamente, la imposición de los materiales híbridos, y sobre todo la presión sobre el mundo agrario para mejorar la rentabilidad de las explotaciones, están produciendo que en cultivos donde antaño había una importante variabilidad genética, hoy en día encontremos un desierto monocolor. Regiones como el cinturón del maíz americano, están monopolizadas por un puñado de variedades, y lo mismo sucede con frutales como la manzana, donde es alarmante la degradación de la variedad plantada en nuestros campos, Para tratar de remediar esto, existen numerosos programas de conservación del germoplasma de los materiales vegetales más antiguos, y expediciones científicas a zonas rurales del tercer mundo, con la esperanza de encontrar la "semilla perdida".
Sin embargo, puede que esta loable labor de los centros de investigación se quede en un puro trabajo académico, si las empresas encargadas de trasladar el material vegetal a los agricultores, se ven sometidas a su propia hecatombe de extinción.
Desde finales del siglo XX, los movimientos de fusión dentro de los grandes grupos obtentores de semillas, no han parado de producirse, Donde antes teníamos una variabilidad comercial que fomentaba la competencia, y mantenía distintas líneas de investigación, hoy en día encontramos solo grandes monstruos del sector agrario, que acaparan porcentajes dominantes de las ventas de todos los alimentos fundamentales para la humanidad. El último caso que acabamos de conocer en estos días, es la compra de Monsanto por parte de la multinacional alemana Bayer. Si las autoridades de la competencia no lo remedian, el resultado de esta fusión podría encontrarse en franca posición de dominio, en un sector tan estratégico para nuestra economía como el agrario.
Ante esta situación, necesitamos con urgencia, que nuestros políticos y la sociedad en general, no olvide que los monopolios, y sobre todo los que atañen al sustento de las personas, son un enemigo feroz del desarrollo de los pueblos, y de su independencia económica y cultural. El primer paso para evitarlos, es divulgar la importancia del problema, A partir de ahí, debemos luchar para que este proceso se detenga, y que la sociedad no tenga que depender solo de unos pocos, para alimentar a sus hijos.