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jueves, 22 de diciembre de 2011

Llorar en un Rolls, o ser feliz en bicicleta.


Tablilla cerámica con El código de Hammurabi.


       Desde la ley de talión o el código de Hanmurabi, el reo ha tenido siempre la posibilidad de redimirse de su pena y pagar por su delito. Es verdad, que a veces sacrificaba una mano, o la visión de un ojo, para acortar su estancia en las acogedoras estancias del estado de turno. Pero a fin de cuentas, pelillos a la mar, la ley brillaba, y el preso expiaba su culpa.
       Pero en la actualidad, en esta moderna Babilonia en la que vivimos, hasta los valores más básicos como la libertad, se retuercen y se olvidan, bajo la sombra del nuevos tótenes: dinero y vida fácil.



       Patrizia Gucci, esposa e instigadora del asesinato de su marido, Muricio Gucci, ha renunciado al tercer grado penitenciario, por una razón tan profunda como turbadora: no está dispuesta a trabajar.


 "Prefiero quedarme en mi celda y regar mis plantas, no he trabajado un solo día en mi vida, y no pienso hacerlo ahora", aseguró Gucci ante un sorprendido tribunal.


       Cualquier mente despierta, formularía rauda una pregunta: ¿Qué clase de trabajo esclavo y nauseabundo, le han ofrecido a esta alma cándida, para que renuncie a ir de aquí para allá libremente, y opte por la soledad sombría de su celda?. 
También se me ocurre otra, no menos interesante: ¿qué clase de macetas tiene?, ¿se fuman?.
       El curro en cuestión no es otro, que relaciones públicas en un lujoso restaurante, o un gimnasio de moda, terrible.


Cartel a la entrada del campo de Auschwitc: "El trabajo os hará libres"

       La señora Gucci, va a seguir viviendo de los contribuyentes italianos, y lejos de identificarse con el famoso lema de Auschwitch, el trabajo os hará libres, tiene su propia filosofía de vida:"prefiero llorar en un Rolls que ser feliz en una bicicleta". Olé la tía.


        Aprovechando que el Pisuerga pasa por no sé donde, no me resisto a reproducir un fragmento del lamento de un famoso penado, que como debería querer siempre el ser humano, deseaba algo por encima de todo: La libertad.
   
¡Ay mísero de mí...!
[Soliloquio: Fragmento de La vida es sueño]
Pedro Calderón de la Barca
¡Ay mísero de mí, y ay, infelice! Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave? 






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