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domingo, 26 de octubre de 2014

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Redacción del Chivato 1982. Colegio Mayor Zaragoza


     Dice el famoso tango: "...es un soplo la vida y veinte años son nada". Esto claro está, debe ser cierto en Argentina. Todos sabemos, como son por aquellos lares, como consecuencia de estar todo el rato boca abajo en el globo terráqueo. Sin embargo, cuatro lustros en la vida de una persona, es tiempo suficiente para tornar el animo, variar pensamientos, y en definitiva... mudar la color.

       Este verano no se han cumplido 20, sino 32 años desde que un grupo de chavales y amigos abandonase el colegio de su niñez. La mirada, aunque errante en las sombras, nos deja todavía ver aquella redacción de periódico escolar, donde coincidimos, hablamos de sentimientos, y escribimos sobre el mundo en el que nos gustaría vivir.

       En julio, las luces han marcado nuestro retorno. Hemos vuelto. Algunos regresamos con la frente más marchita que otros, y todos retornamos despreocupados por el plateado de las sienes; muchos no tienen nada con que cubrir la testa, y otros confiamos en la tecnología para retrasar lo inevitable. La alopecia y industria cosmética han cambiado el tango de la vida para siempre.

       Nos volvimos a reunir con alegría, sintiendo el soplo del presente, y llenos de gratos recuerdos. No todos hemos abandonado el colegio para siempre, algunos dirigen hoy los mismos pasillos por los que anduvieron hace años, por lo que abusando de su buena fe, nos portamos como gamberros con la certeza de que el director no avisaría a nuestros padres.

      Fue inevitable visitar los lugares conocidos, detener la mirada sobre las viejas paredes, y sobre todo, reírnos juntos. Reír con el alma aferrada al dulce recuerdo. Un teléfono aquí, unas escaleras allá, y el bucle vital se cierra una vez más.




       El viajero tarde o temprano detiene su andar sobre la misma huella que pisó años atrás. Es verdad que el paisaje ha cambiado, los árboles son mayores, ofrecen más sombra, y les han brotado nuevos retoños, pero me alegra ver que todos ellos mantienen la misma frescura del pasado.

       ¡Gracias Gardel! por el tango. Sin embargo, nos queda más cerca "la movida", y hemos decidido enfrentarnos a la vida, sin miedo a lo que nos espera de hoy en adelante.

       Sabina cantaba algo así como: "...juraron comerse la vida, y fue la vida y se los merendó". Me ha alegrado saber, que aunque el destino nos ha pegado algún que otro bocado, seguimos teniendo tanta hambre como en aquella redacción de "El Chivato", de principios de los 80. Carpe diem...