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sábado, 18 de enero de 2014

Twiter y la filosofía de azucarillo.

     


       
       Hace unos meses acudí a una conferencia en Málaga. El tema, da lo mismo. El método del discurso, un ilusionismo verbal donde lo obvio se aderezaba hasta hacerlo novedoso. El orador, bastante famoso, e imagino que caro, agradó tanto a la concurrencia, que a la salida del auditorio todo eran parabienes y recordatorios de los momentos más brillantes del evento.

       En mi caso, el camino de regreso en coche, me permitió digerir lo escuchado e intentar encontrar la sustancia de la charla. Cuando ya en casa, apagué el contacto del automóvil, la conclusión era definitiva: un fiasco.
       No encontré ni una sola idea nueva que mereciese la pena. Nada que no se nos ocurriese en una charla animada con amigos, o tomando el café matutino: pura filosofía de azucarillo.

     -  "Sigue el camino adecuado y serás feliz". Mi amigo Carlos diría: "Dabuten, pero tienes alguna pistilla sobre el sendero"
     -  "Trata de ser tú mismo, los demás ya están ocupados". Y que crees que hago todos los días cuando voy a la fábrica, ¿parecerme al churrero?

      Qué maravilloso es el don de la buena oratoria. Hábilmente utilizada, lo evidente reverdece en novedoso y lo monótono en variado. Este tipo de cosas no tendría la más mínima importancia, si no fuera porque los momentos que vivimos, hacen que nuestra comunicación sea cada vez más concisa y parca. Somos adictos a la idea-pildora.
       La humanidad esperaba grandes avances de éste, nuestro siglo XXI, y que hemos obtenido: Fa-Ce- Book y decirlo todo con los 140 caracteres del twiter.
       Me comenta mi hija, para mi sorpresa, que existen profesionales de la frase brillante y el plagio descarado, que causan furor en las redes sociales. Miles de seguidores esperan el zumbido del móvil que les avise de la siguiente parida del gurú.


       Leer un libro de citas es divertido cinco minutos, luego es un tedio insoportable. Leer un ensayo inteligente, es atractivo el resto de tu vida.
      Científicos franceses han demostrado que el azúcar tiene una capacidad adictiva para muchas personas, semejante a los opiáceos. De igual modo, la filosofía de azucarillo puede ser letal, solo reporta beneficios a los Paulo Coelhos de turno.

       Para los que parafraseando a Arquímedes comentan: "dame una palabra y moveré el mundo", no puedo por menos que responderles: dame una acción y te creeré.